Frases y Diálogos de la película Illusions Perdues (Las Ilusiones Perdidas). Director: Xavier Giannoli, Guion: Xavier Giannoli, Jacques Fieschi. Novela: Honoré de Balzac, Fotografía: Christophe Beaucarne.
MiniReseña: Excelente película francesa, gran ganadora de los Premios César, que adapta la obra del gran Honoré de Balzac "Les illusions perdues". Narra la historia del joven poeta Lucien, en medio de la Francia del siglo XIX, en plena restauración borbónica, y de sus ilusiones perdidas. Parte como gran promesa de las letras de su pueblo y junto con su mecenas hacia París, en donde chocará de frente con la cruel realidad de la sociedad, de su situación, del medio literario y de la vida en general. Quiero resaltar inicialmente la ambientación porque es muy buena, los escenarios, decorados, vestuario y todo el diseño de producción es muy fiel y sientes en realidad estar viendo un retrato de la época. Otra gran virtud es el ritmo, porque es muy intenso y rápido, las acciones, los diálogos, los sentimientos y la misma suerte de cada personaje; y esto es fiel a la descripción que hace Balzac de ese París donde todo sucedía en un respiro. La historia en sí es también fascinante, como todo Balzac, y muchos sentirán que esa descripción de la sociedad de la época, de los escritores, críticos literarios y el periodismo se podría aplicar incluso hoy en día. Porque es la descripción de las pasiones humanas y el espíritu humano que sucumbe al desarrollo, al podery al dinero. La dirección, la fotografía y el guión son buenos, aunque me parece que a veces se abusa un poco de la voz en off, y el narrador (que al final se devela) cuenta mucho de lo que ocurre, las acciones y pensamientos de los personajes, aunque igual resulta satisfactorio porque es puro Balzac. Y el reparto también cumple muy bien con la propuesta de la película, que es una de esas expresiones audiovisuales donde el cine está al servicio de la literatura. Y resulta una adaptación muy decente y muy recomendada. De las películas notables del 2021.
Narrador: (Sobre Madame de Bargeton) Aguantaba un marido casi tan viejo como su castillo, y se veía como protectora de artistas y mecenas. Un domingo después de misa, el obispo le había recomendado un joven poeta empleado de una imprenta, que firmaba sus poemas con el hermoso nombre de Lucien de Rubempré.
Narrador: Para Lucien, todo empezó con tinta, papel y el gusto por la belleza. Huérfano y sin herencia, tuvo que aprender un oficio para sobrevivir. Su hermana Eve se había casado con un impresor de Angulema, trabajaba en este modesto taller soñando otra vida. Todavía hoy en París, todos los que lo conocieron se preguntan cómo fue posible su historia, en qué movimiento del mundo se dejó llevar.
Madame de Bargeton: Queridos amigos, les agradezco su fiel presencia. Un día, cuando uno de nuestros protegidos sea conocido y celebrado, podremos decir: "Asistí a sus inicios y me había emocionado". El joven poeta al que damos la bienvenida nos leyó el mes pasado una oda bíblica. Nuestra Gaceta de las letras lo saludó con estas palabras. "Cuando aparece un talento brillante en un hombre muy joven, es para nosotros una nueva esperanza, una nueva primavera de la vida. 20 años y ya el impulso de una obra". Para él, la poesía es algo sagrado, una religión íntima. Y sabemos respetar los espíritus en los que Dios pone uno de sus rayos.
Lucien Chardon: Para Ella
Amar,
Rezar,
Cantar,
Esta es toda mi vida
Mortal, de todos estos bienes
Que aquí abajo desea el hombre
A la hora de la despedida
Nada echo de menos
Solo el placer ardiente,
Que se eleva hacia el cielo,
El éxtasis de la lira
o el silencio amoroso
Con un corazón junto al mío
A los pies de la belleza,
Sentir su lira estremecerse
Ver de acorde en acorde
El delirio armonioso
Fluir con el sonido
Y entrar en su seno
Hacer llover las lágrimas
de estos ojos que adoramos
Como al soplo del viento
Las lágrimas de la aurora
caen de un cáliz demasiado lleno.
Amar,
Rezar,
Cantar,
Esta es toda mi vida
Mortal, de todos estos bienes
Que aquí abajo desea el hombre
A la hora de la despedida
Nada echo de menos
Solo el placer ardiente,
Que se eleva hacia el cielo,
El éxtasis de la lira
o el silencio amoroso
Con un corazón junto al mío
A los pies de la belleza,
Sentir su lira estremecerse
Ver de acorde en acorde
El delirio armonioso
Fluir con el sonido
Y entrar en su seno
Hacer llover las lágrimas
de estos ojos que adoramos
Como al soplo del viento
Las lágrimas de la aurora
caen de un cáliz demasiado lleno.
Lucien Chardon: (Carta)
Louise.
Un amor como el que ha sabido inspirarme, lo creía a la vez quimérico y prohibido. Prohibido, como todo lo que debe triunfar al final. Cada palabra escrita me acerca a sus labios. Cada libro de mi biblioteca parecen hablarme de usted. Desde aquella triste tarde, sólo he pensado en usted. En usted, aislada entre las sombras entre estas paredes sin vida, sin poesía, sin amor. En este mundo, solo el amor es algo. Y el amor es como el viento, se nos llevará. Soy suyo, Louise.
Lucien".
Louise.
Un amor como el que ha sabido inspirarme, lo creía a la vez quimérico y prohibido. Prohibido, como todo lo que debe triunfar al final. Cada palabra escrita me acerca a sus labios. Cada libro de mi biblioteca parecen hablarme de usted. Desde aquella triste tarde, sólo he pensado en usted. En usted, aislada entre las sombras entre estas paredes sin vida, sin poesía, sin amor. En este mundo, solo el amor es algo. Y el amor es como el viento, se nos llevará. Soy suyo, Louise.
Lucien".
Narrador: Ningún joven libre que tenga más de mil francos está realmente triste al dejar a su familia. El joven poeta imaginaba la ciudad como una diosa pagana, con los brazos abiertos para el talento y el mérito. Pero, ¿qué sabía él de París?
Narrador: En París, la aventura de la belleza también era la de los productos de belleza, cuyos anuncios ilustrados se mostraban por todas partes, como un nuevo lenguaje público. El mundo había cambiado y Lucien no sabía nada de este mundo. Había ganas de olvidar la Revolución, el Terror y las Guerras del Imperio. Francia había restaurado el poder del Antiguo Régimen y de nobleza de la Corte. Ahora se aspiraba alcanzar al éxito y al enriquecimiento personal. Entonces, los jóvenes de provincias llegaban a miles, decididos también a forjarse un destino, pero lejos de los campos de batalla. En cualquier caso, si había que fracasar en la vida, era mejor hacerlo en París.
Madame de Bargeton: Es un joven poeta al que quería ayudar.
Marquesa d’Espard: ¿Y te lo agradece mintiendo sobre su nombre?
Madame de Bargeton: Es el nombre de su madre.
Marquesa d’Espard: Él, por tanto, no tiene ningún derecho a llevar un título o un nombre.
Madame de Bargeton: No quería comprometerla.
Marquesa d’Espard: ¿Comprometerme? Nadie puede comprometerme. Más bien preocúpese por lo que dirá la gente de París sobre su relación con él. He visto mujeres prohibidas en los salones por menos de eso.
Marquesa d’Espard: ¿Y te lo agradece mintiendo sobre su nombre?
Madame de Bargeton: Es el nombre de su madre.
Marquesa d’Espard: Él, por tanto, no tiene ningún derecho a llevar un título o un nombre.
Madame de Bargeton: No quería comprometerla.
Marquesa d’Espard: ¿Comprometerme? Nadie puede comprometerme. Más bien preocúpese por lo que dirá la gente de París sobre su relación con él. He visto mujeres prohibidas en los salones por menos de eso.
Narrador: Al día siguiente, como una rata con prisa por salir de su agujero, fue a visitar a su nuevo amigo en el barrio de los periodistas, cerca de los bulevares. La gran prensa parisina estaba representada por cabeceras prestigiosos como El Diario de debate o El Siglo. Pero la ley había permitido la aparición de periódicos de una o dos páginas que adoptaron nombres provocativos como El Corsario, El Satán, o El Diablo Cojo. De sensibilidad liberal, arremetieron incansablemente contra el gobierno monárquico. ¿Podría Lucien saber que en la prensa, todos necesitan amigos, como un general necesita soldados.
Lucien Chardon: Yo quería decirte, tengo un gran respeto por la profesión de periodista.
Etienne Lousteau: ¿Ah sí? ¿y qué te crees que es mi profesión?
Lucien Chardon: Informar sobre nuevos libros u obras, sobre las ideas nuevas. Iluminar a la gente sobre… el arte… el mundo.
Etienne Lousteau: Mi trabajo, es enriquecer a los accionistas del periódico. Y de paso, recolectar todo lo que sea posible.
Lucien Chardon: ¿Recolectar?
Etienne Lousteau: ¡Recolectar, absolutamente! Primero nos pagan por un director de teatro para escribir una buena crítica. Luego vamos a ver a su competidor para proponerle hablar mal de ella. Y subimos la subasta al escribir en diferentes diarios bajo nombres diferentes. Y sigue, y sigue. Y recolectamos, recolectamos. Y gritan, y lloran, llegan aquí con insultos o regalos. Y se crean las polémicas. Para ellos, es lo más importante. Es lo que hace hablar, y por tanto vender todo lo que quieras.
Etienne Lousteau: ¿Ah sí? ¿y qué te crees que es mi profesión?
Lucien Chardon: Informar sobre nuevos libros u obras, sobre las ideas nuevas. Iluminar a la gente sobre… el arte… el mundo.
Etienne Lousteau: Mi trabajo, es enriquecer a los accionistas del periódico. Y de paso, recolectar todo lo que sea posible.
Lucien Chardon: ¿Recolectar?
Etienne Lousteau: ¡Recolectar, absolutamente! Primero nos pagan por un director de teatro para escribir una buena crítica. Luego vamos a ver a su competidor para proponerle hablar mal de ella. Y subimos la subasta al escribir en diferentes diarios bajo nombres diferentes. Y sigue, y sigue. Y recolectamos, recolectamos. Y gritan, y lloran, llegan aquí con insultos o regalos. Y se crean las polémicas. Para ellos, es lo más importante. Es lo que hace hablar, y por tanto vender todo lo que quieras.
Etienne Lousteau: Yo, llegué de Dijon con una pequeña comedia en tres actos que había escrito en mi campiña. En casa todos me decían que mi pieza era brillante, magnífica. Así que quise que la leyeran los directores de teatro de París.
Lucien Chardon: ¿Qué pasó?
Etienne Lousteau: Nadie quería leerla.
Lucien Chardon: ¿Por qué?
Etienne Lousteau: ¿Quién te crees que eres? Si no tienes el poder de hacerles un favor, no les interesas. Si no asustas a nadie, no le interesas a nadie. Y sin embargo… era bueno. Yo también tenía el corazón puro.
Lucien Chardon: ¿Qué pasó?
Etienne Lousteau: Nadie quería leerla.
Lucien Chardon: ¿Por qué?
Etienne Lousteau: ¿Quién te crees que eres? Si no tienes el poder de hacerles un favor, no les interesas. Si no asustas a nadie, no le interesas a nadie. Y sin embargo… era bueno. Yo también tenía el corazón puro.
Etienne Lousteau: Sabe como yo que para criticar un libro, es mejor no leerlo. Si no, puede influenciar.
Etienne Lousteau: Lucien viene a presentarle un manuscrito.
Dauriat: No, basta de escritorcillos, están por todas partes.
Etienne Lousteau: Es una colección de poesía muy original .
Dauriat: ¿Algo de poesía? Desgraciadamente, no se vende.
Etienne Lousteau: Hace mucho tiempo que no leo nada mejor. También está trabajando en una novela...
Dauriat: ¿Una novela? Los hay por todas partes ¿para qué?
Lucien Chardon: La literatura es toda mi vida.
Dauriat: Los libros de desconocidos no interesan a nadie. No se venden.
Etienne Lousteau: Tiene razón.
Lucien Chardon: No lo entiendo.
Dauriat: Solo publico a personas que ya son famosas, si no, es demasiado riesgo.
Lucien Chardon: ¿Cómo hacer que te conozcan?
Dauriat: Alternando con gente famosa. Búsquese una amante o un enemigo famoso.
Dauriat: No, basta de escritorcillos, están por todas partes.
Etienne Lousteau: Es una colección de poesía muy original .
Dauriat: ¿Algo de poesía? Desgraciadamente, no se vende.
Etienne Lousteau: Hace mucho tiempo que no leo nada mejor. También está trabajando en una novela...
Dauriat: ¿Una novela? Los hay por todas partes ¿para qué?
Lucien Chardon: La literatura es toda mi vida.
Dauriat: Los libros de desconocidos no interesan a nadie. No se venden.
Etienne Lousteau: Tiene razón.
Lucien Chardon: No lo entiendo.
Dauriat: Solo publico a personas que ya son famosas, si no, es demasiado riesgo.
Lucien Chardon: ¿Cómo hacer que te conozcan?
Dauriat: Alternando con gente famosa. Búsquese una amante o un enemigo famoso.
Lucien Chardon: ¿Pero, y dónde queda la literatura en todo esto?
Dauriat: Bueno, la literatura, mantiene las ilusiones.
Dauriat: Bueno, la literatura, mantiene las ilusiones.
Etienne Lousteau: Frente a ti tienes a las 200 personas más dañinas de París. Al menos la mitad de ellos quieren mi pellejo. Pero no se moverán. ¿Y sabes por qué?
Lucien Chardon: No.
Etienne Lousteau: Porque tienen miedo.
Lucien Chardon: ¿Te tienen miedo?
Etienne Lousteau: Del periódico. Tienen razón de tener miedo. Con todos sus trucos. Un día, volverás a cruzarte con tu baronesa, y verás el miedo en sus ojos. Y será hermoso.
Lucien Chardon: No.
Etienne Lousteau: Porque tienen miedo.
Lucien Chardon: ¿Te tienen miedo?
Etienne Lousteau: Del periódico. Tienen razón de tener miedo. Con todos sus trucos. Un día, volverás a cruzarte con tu baronesa, y verás el miedo en sus ojos. Y será hermoso.
Lucien Chardon: "Querida hermana, le escribo muy poco y me excuso de ello, pero en París no se ve pasar el tiempo. La vida allí es terriblemente rápida. Ante todo, tengo una noticia importante. He conocido por fin un gran editor. Se llama Dauriat y ha expresado un gran interés por mi poesía. Para dedicarme plenamente a escribir, he tenido que distanciarme de la Sra. de Bargeton y sus mundanidades sin interés. Nuestra separación la hizo sufrir mucho, pero no tuve otra opción. Y sin dinero, es imposible llegar a nada. Imagínese, ya he gastado cerca de 1.800 francos. Tengo que limitar mis gastos si quiero sobrevivir. París es un abismo extraño. El gasto es constante, incluso para cruzar el arroyo cuando llueve. Pero se conoce a gente que puede cambiar una vida, llevarle a uno en unas direcciones inesperadas, las más luminosas. Conocí a un redactor brillante que me ofreció escribir para una revista muy respetada. No se preocupe. El periodismo nunca impedirá que me mantenga concentrado en mi poesía.
Lucien".
Lucien".
Finot: Adviertan a los directores de teatro, los editores, los autores, las actrices, los comerciantes, los músicos, y el Papa si quieren, de que no se venderá ningún artículo de este periódico por menos de 150 francos.
Periodistas: (en coro) ¡SI!
Finot: ¡150 francos por artículo! Nuestra línea editorial será sencilla. ¡El periódico dará por cierto todo lo que es probable!
Periodistas: (en coro) ¡SI!
Finot: ¡150 francos por artículo! Nuestra línea editorial será sencilla. ¡El periódico dará por cierto todo lo que es probable!
Narrador: Existía entonces una palabra precisa para definir información falsa. Se llamaba un canard, porque las noticias falsas sensacionalistas hacían que todos corrieran como detrás de los canards. Para crear un evento un periódico podría imprimir cualquier cosa. Verdad o mentira, no se detenían por ese tipo de detalles. Lo habían entendido, una información falsa y su negación ya eran dos eventos. La única verdad que importaba era la de las cifras de ventas del periódico.
Narrador: El periódico era una tienda que vendía al público las noticias del color que quería. El objetivo ya no era iluminar al lector, sino halagar sus opiniones, o más bien creárselas. Las informaciones se convirtieron en mercancía común que se revendía a los clientes, los suscriptores. Algunos periodistas se convirtieron en vendedores de frases, en contrabandistas de palabras, intermediarios que se impusieron entre los artistas y el público. Y Lucien aprendió rápido. Muy rápido. Su pluma tenía rabia. Una rabia de venganza. Rumores, frases ingeniosas burlonas… En pocos días, había escrito decenas de artículos divertidos y feroces que se convertirían en su firma.
Etienne Lousteau: Si el libro es emocionante, di que es complaciente. Si es clásico, es académico. Si es divertido, es superficial. Si es inteligente, es pretencioso. Si está inspirado, es facilón. Y luego desarrollas. Si la historia está bien construida, es predecible. Si el autor tiene estilo es para disimular que no tiene nada que decir. También puedes meterte con la longitud. Siempre hace daño. Todo es siempre demasiado largo. Por tanto confuso, poco controlado. No se ve dónde quiere ir el autor. ¿Lo sabe él mismo? Si es controlado, carece de locura. ¡Sí, y si es una locura, es una incoherencia! Hala, vamos. Vamos a encargarnos del Nathan.
Si conoces otras frases, diálogos o monólogos que destacar de la película Illusions perdues (Xavier Giannoli) deja tu comentario ;)
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