El sábado, fui a estudiar donde Raphael Artol. Tuve esa idea porque hacía un tiempo que quería entrar en su casa. El verano pasado, todas las tardes, iba a mirar su casa desde el parque, pero una noche, su madre casi me vio espiando desde la vereda de en frente. El viernes, aprovechando que a Rafa le había ido mal en matemáticas, le propuse ayuda con los talleres y las tareas. Obviamente, sólo era un pretexto, sabía que si aceptaba, iríamos a su casa, ya que vivo en un barrio donde Rafa nunca vendrá. A las 11h toqué el timbre, y por fin la casa se abrió a mí. Seguí a Rafa hasta su cuarto, que es tal como lo había imaginado, lo dejé ocupado con un problema de trigonometría y con la excusa de ir a buscar una Coca, exploré la casa, esta misma casa en la cual, tantas veces me había imaginado dentro. Es mucho más grande de lo que pensaba, la mía cabría 4 veces a dentro, todo es limpio y ordenado. “Basta por hoy” pensé, y justo cuando iba a volver con Rafa, un olor me llamó la atención, el olor tan particular, de las mujeres de la clase media.
Jeanne:
¿Cómo es físicamente?
Germain:
Ya te dije, nada en particular.
Jeanne:
¿Y en la clase?
Germain:
No habla, no genera problemas. Lo único es que siempre se sienta en la última
fila.
Jeanne:
Tú también te sentabas en la última fila.
Germain:
Es el mejor lugar, ¿sabes? Los ves a todos y nadie te ve.
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