Frases y Diálogos de la película "Train Dreams" (Sueños de trenes). Director: Clint Bentley, Guion: Clint Bentley, Greg Kwedar. Novela: Denis Johnson, Música: Bryce Dessner, Fotografía: Adolpho Veloso.
MiniReseña: “Sueño de trenes” es una de las joyas del 2025. Es una adaptación de la novela de Denis Johnson (ya corrí a buscarla), que sigue la vida de un hombre, Robert Grainier, que trabaja como leñador, jornalero y construyendo un ferrocarril en el Oeste americano a principios del Siglo XX. La dirige Clint Bentley, quien dirigió "Las vidas de Sing Sing" (2023), pero con esta película lo miraré con más atención. Es una película preciosa, nostálgica, luminosa y poética, que nos va guiando (con una siempre agradable voz en off) por la vida de Robert, en paralelo con el desarrollo industrial y cultural en Estados Unidos, en la primera mitad del Siglo XX. Trata muchos temas de forma sutil, como las tradiciones rurales y leyendas del folklore pro naturalistas, que generaban conflicto en los hombres de campo, quienes se veían obligados a cortar árboles antiguos (con larga vida y espíritus en su interior) por la alta y creciente demanda industrial de la madera. La naturaleza es otra protagonista, que emerge como escenario vivo, como compañía y castigadora de sus explotadores. También de forma sutil se trata el tema del "peligro amarillo", que es esa forma en que los europeos etiquetaron a los pueblos asiáticos que emigraron a sus países durante el siglo XX, y los veían como amenaza para su propia civilización, y los discriminaban de forma terrible. Y por supuesto, el drama humano del protagonista, relacionado con la pérdida y la soledad, que no le impide ser espectador del desarrollo y cambios en su creciente país. La dirección y el guión son muy buenos, la fotografía de Adolopho Veloso es estupenda (y sí muchos encuadres recuerdan al cine de Terrence Malick), la música es muy bella, y el reparto, excelente. Gran trabajo de Joel Edgerton, así como de Felicity Jones, William H. Macy y Kerry Condon, en sus papeles secundarios. Es una película con una atmósfera etérea, que te lleva a un viaje poético, onírico y espiritual de un hombre que afronta los cambios de su entorno y de sí mismo. Muy recomendada. Disponible en Netflix.
Narrador: Se llamaba Robert Grainier, y vivió más de 80 años en torno al pueblo de Bonners Ferry, Idaho. De joven viajó al oeste, a pocos kilómetros del Pacífico, aunque no llegó a ver el océano, y al este, hasta el pueblo de Libby, 65 kilómetros en el interior de Montana. Cuando lo mandaron solo al pueblo de Fry, Idaho, tendría seis años, puede que siete. Nunca supo seguro qué día de qué año había nacido. ¿Cómo perdió a sus padres biológicos? Nunca se lo contaron. Uno de sus primeros recuerdos fue presenciar la deportación masiva de 100 o más familias chinas del pueblo. A Grainier le chocó el uso tan normal de la violencia.
Leñador: ¿Tan antiguos son estos árboles?
Arn Peeples: Los hay más antiguos. En este mundo, todo está entrelazado. Y, cuando tiramos de un hilo, no sabemos cómo afecta al resto. En este planeta, somos niños que le quitan tornillos a la noria y se creen dioses.
Leñador: Y una mierda. Yo he estado en Washington. Llegué hasta Canadá y volví a bajar. Hay troncos para cortar durante mil años. Y, cuando terminemos, el primero habrá crecido tanto como estos.
Arn Peeples: Recuerdo haber pensado lo mismo de joven. Lo mismito.
Arn Peeples: Por algún motivo, nunca me alegro de terminar un trabajo. Siento una especie de malestar. Porque es un trabajo duro. Para el cuerpo y para el alma. Talamos árboles que llevaban aquí 500 años. Eso te trastoca el alma, lo reconozcas o no.
Narrador: En aquellos años, Grainier trabajaba lejos de casa. Junto a hombres procedentes de lugares remotos de los que no había oído hablar. Como Shanghái y Chattanooga. Le aliviaba lo rápido que hacían buenas migas. Se convirtieron en una familia temporal. Pero entonces, en el verano de 1917, trabajó en la construcción del puente del cañón de Robinson para el ferrocarril de Spokane. Nunca había trabajado en la cuadrilla de un ferrocarril y desearía no haberlo hecho.
Gladys: ¿Cuánto crees que sabe?
Robert Grainier: No lo sé. ¿Lo mismo que un cachorro?
Gladys: Un cachorro se las arregla solo en cuanto lo desteta su madre. Un bebé no puede vivir su vida una vez destetado.
Robert Grainier: Un perro sabe más que un bebé hasta que este aprende palabras, y no solo unas pocas.
Gladys: Un perro casero también sabe algunas palabras. Al menos tantas como un bebé.
Robert Grainier: ¿Cuáles? Solo quiero oír tu voz.
Gladys: Pues... "trae" y... "aquí". "Tumba", "sienta" y "haz la croqueta".
Robert Grainier: ¿Sabes? A veces... siento que la tristeza me va a devorar... pero otras parece que le pasó a otra persona. No, no estaba aquí. No estaba cuando... cuando debería haber estado, supongo, y cuando más me necesitaban. A veces las oigo. En mitad del bosque. Hablando y riéndose. No quiero ni girarme por miedo... a ahuyentarlas. Así que solo escucho... hasta que se esfuman a otro sitio. Adondequiera que vayan. Nunca se lo he dicho a nadie. ¿Crees que hablo como un loco?
Claire Thompson: Yo también perdí a mi marido. Hace poco más de un año. Fue muy lento. Y, cuando llegó el final, sentí que había un agujero en el mundo. Tenía más preguntas que respuestas, como si ningún humano hubiera muerto antes. Cuando pasas por algo así, nada de lo que haces es una locura. Solo pasas por lo que tienes que pasar. En el bosque, todo tiene importancia. Está todo entrelazado, no se ve dónde acaba una cosa y empieza otra aunque te fijes. Los pequeños insectos que ni se ven son tan vitales como el río. El árbol muerto es tan importante como el vivo. Alguna lección podremos sacar de ahí.
Robert Grainier: ¿Y si ya no tienes nada que ofrecer? ¿Qué pasa?
Claire Thompson: El mundo necesita a un ermitaño tanto como a un predicador.
Robert Grainier: Sí. Ya. ¿Eso es lo que soy? ¿Un ermitaño?
Claire Thompson: Creo que los dos lo somos a nuestra manera. Esperando a ver para qué seguimos aquí.
Robert Grainier: (Sobre su hija) Parece una persona distinta cada vez que la veo. Me estoy perdiendo su vida. Yo también lo pienso. Todo pasa muy rápido.
Robert Grainier: ¿Crees que sabrá que soy su padre?
Gladys: Claro que sí. En el fondo, lo sabe. Aunque aún no sepa que lo sabe. Tranquilo. Tendrás tiempo de sobra para ser su padre.
Robert Grainier: Arn Peeples era mi amigo. Decía que los árboles eran tus amigos... mientras no los tocaras. Pero que, en cuanto los cortabas, les declarabas la guerra y se volvían asesinos. Pero él no le hizo nada a aquel árbol. Era un árbol muerto. Así que... no sé cómo interpretarlo.
Arn Peeples: ¿Cómo se llama? Tu señora.
Robert Grainier: Gladys.
Arn Peeples: Es un nombre de la nobleza.
Robert Grainier: Le pega. Si la conocieras, estarías de acuerdo.
Arn Peeples: Esos nombres antiguos tienen poder. Quienes se llaman así están bendecidos.
Robert Grainier: ¿Tú tienes familia en alguna parte?
Arn Peeples: Mi familia está... allá donde hay una cara sonriente. No he estado en ningún sitio en el que no tenga familia. Salvo en Kansas. En ese estado no hay más que lunáticos salvajes.
Robert Grainier: Me alegra tenerte aquí.
Arn Peeples: No me suelo cruzar con nadie por segunda vez en la vida. Cuando pasa, lo considero una bendición.
Robert Grainier: No sé adónde van los años, Arn.
Arn Peeples: En fin... Si lo averiguas, me cuentas. Me gustaría que me devolvieran algunos.
Robert Grainier: Arn, ¿crees que... las cosas malas que hacemos nos persiguen?
Arn Peeples: No lo sé. He visto a hombres malos ensalzados y a hombres buenos de rodillas. Si lo supiera, dormiría junto a alguien mucho más guapo que tú.
Robert Grainier: ¿Qué canción cantabas?
Arn Peeples: No tiene nombre, me la he inventado.
Robert Grainier: ¿Por qué no cantas otro poco?
Arn Peeples: No. No quiero enfadar a los de Minnesota. Bueno. Espera un momento, tengo... Escucha:
Las cuadrillas se fueron adentrando en el bosque con cada trabajo.
El hambre de madera del planeta parecía insaciable.
Así que trabajaban de sol a sol
talando píceas, cedros, alerces,
abetos de Douglas y pinos blancos
y cambiando radicalmente
el aspecto de la ladera en el proceso.
Y, aunque un buen aserrador
acierta cómo caerá un árbol 99 veces,
la 100 puede ser la mala.
Si conoces otras frases, diálogos o monólogos que destacar de la película Train Dreams (Clint Bentley) deja tu comentario ;)
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