Frases de la película: El olvido que seremos (Fernando Trueba) - 2020 / Colombia

Frases y Diálogos de la película "El olvido que seremos". Director: Fernando Trueba, Guion: David Trueba. Novela: Héctor Abad Faciolince, Música: Zbigniew Preisner, Fotografía: Sergio Iván Castaño.

MiniReseña A.S.B: Trueba logra una buena adaptación a la novela. Como el libro abarca prácticamente toda una vida y es rico en detalles, la película resulta muy ambiciosa en querer abarcar todo. Aunque logra una buena interacción en manejo de los tiempos, entre el pasado y el presente. También tiene una muy buena ambientación de la época, diseño de producción y una bella fotografía. Hay partes que me gustan más que otras, por ejemplo, la interacción entre la familia, en especial esa relación entre el niño y sus hermanas, su madre y su amoroso padre. Creo que son escenas muy bellas, y muestran el talento del director tras la cámara. Pero hay otras escenas que me gustan menos, por no tener la naturalidad y la fluidez de las antes mencionadas. Y creo que eso ocurre por el querer abarcar tanto. La novela aunque me parece interesante y también tiene partes que me gustan, tampoco es de mis favoritas, y creo que la película sufrió del mismo efecto. En su tramo final también pierde mucho la dinámica inicial, y ya pasa a recrear las noticias, diarios y al regodeo en el sentimentalismo. En general, está bien, aunque creo que Trueba pudo ir más allá del texto. Y el reparto en general está muy bien, con mención especial para el siempre destacado Javier Cámara.

Héctor: Mis amigos y mis compañeros se reían de mí por otra costumbre de mi casa que, sin embargo, esas burlas no pudieron extirpar. Cuando yo llegaba a la casa, mi papá, para saludarme, me abrazaba, me besaba, me decía un montón de frases cariñosas y además, al final, soltaba una carcajada. La primera vez que se rieron de mí por «ese saludo de mariquita y niño consentido», yo no me esperaba semejante burla.

Héctor Abad Gómez: Enseñar, he enseñado más bien poco. Si acaso siempre pretendí enseñar a pensar con libertad.

Héctor Abad Gómez: «Qué gran cantidad de equivocaciones las que cometemos los que hemos pretendido enseñar sin haber alcanzado todavía la madurez del espíritu y la tranquilidad de juicio que las experiencias y los mayores conocimientos van dando al final de la vida. El mero conocimiento no es sabiduría. La sabiduría sola tampoco basta. Son necesarios el conocimiento, la sabiduría y la bondad para enseñar a otros hombres. Lo que deberíamos hacer los que fuimos alguna vez maestros sin antes ser sabios, es pedirles humildemente perdón a nuestros discípulos por el mal que les hicimos.»

Durante esas salidas de campo, mi papá no daba respuestas, como suele hacerse en todas las clases, sino que utilizaba el viejo método socrático de enseñar preguntando. Los estudiantes se desconcertaban e incluso protestaban: ¿de qué servía un profesor que en vez de enseñar no hacía sino preguntas y más preguntas? 

Fuiste el primero que se atrevió a hablar de salud pública en este país.

Madre: Jorge, ¡cuánto tiempo! ¿Cómo estás?

Rector: ¿Qué la trae, señora, por aquí?

Madre: Vengo, padre, a pedirle un puesto en el colegio para mi hijo, que ya está terminando la primaria. 

Rector: Ah, señora, eso no es tan fácil como cree, por muy buen estudiante que sea el niño. Mire, yo tengo aquí tres cajones. Este primero yo lo llamo el Cielo, y es para los alumnos que entran directamente.

Madre: Y estoy segura de que nosotros no estamos ahí...

Rector: Exacto. Luego viene el cajón del Purgatorio, que es este, donde pondremos la solicitud de su niño, ¿cómo se llama? 

Madre: Héc-tor Jo-a-quín.

Rector: Para estos tenemos que hacer un análisis muy minucioso de la familia de origen para saber si entran o no entran, si puede haber en el seno del hogar alguna influencia negativa  o perniciosa desde el punto de vista moral o doctrinal. Y finalmente viene el cajón del Infierno, que pertenece a aquellos que no tienen ni la más remota esperanza de entrar aquí, que a veces entran allí directamente, y otras caen como atraídos por la gravedad desde el Purgatorio de arriba.

Madre: Ay, Jorge, podés ponernos de una vez en el Infierno, que yo voy a pedir cupo en otro colegio. Perdona la molestia, y hasta luego.

Héctor Abad Gómez: Ve a misa tranquilo, para que tu mamá no sufra, pero todo eso es mentira. Si hubiera Dios de verdad, a Él le tendría sin cuidado que lo adoraran o no. Ni que fuera un monarca vanidoso que necesita que sus súbditos se le arrodillen. Además, si de verdad fuera bueno y todopoderoso, no permitiría que ocurrieran tantas cosas horribles en el mundo. No podemos estar completamente seguros de si hay Dios o no, y tampoco podemos estar seguros de que Dios, en caso de existir, sea bueno, o al menos bueno con la Tierra y con los hombres. Quizá para Él nosotros seamos tan importantes como los parásitos para los médicos o como los sapos para tu mamá.

Héctor: Todavía conservo estos libros, firmados por mí en 1967, con esa incierta caligrafía de los niños que apenas están aprendiendo a escribir, y con la firma que usé durante toda la infancia: Héctor Abad III Me la había inventado para terminar las cartas que le mandaba a mi papá durante sus viajes a Asia, y le daba esta explicación: «Héctor Abad III, porque tú vales por dos.»

(Cuando las hijas le piden algo de dinero para comprar cosas)

Héctor Abad Gómez: Todo lo mío es tuyo. Ahí está mi cartera, coge lo que necesites. Pero ¡Niñas! A los profesores aquí les pagan muy mal, no ganan casi nada. No abusen de su papá que él es bobo y les da lo que le pidan, sin poder.

Héctor: Mamá, ¿somos ricos?

Madre: Ricos no somos. Niños, ni lo uno ni lo otro; somos acomodados.

Héctor: A tu edad ya no es para que estés de rebelde.

Héctor Abad Gómez: La rebeldía yo no la quiero perder. Nunca he sido un arrodillado, no me he arrodillado sino ante mis rosas y no me he ensuciado las manos sino con la tierra de mi jardín.

Héctor Abad Gómez: Por las manos te llevás a la boca todas las bacterias recogidas durante el día.

Héctor: Te importan más los problemas de los demás que los de tu propia familia.

Héctor Abad Gómez: Ningún problema es solo de los demás.

Héctor: Papi, quiero conocer un muerto.

Héctor Abad Gómez: No, todavía no.

Si conoces otras frases, diálogos o monólogos que destacar de la película El olvido que seremos (Fernando Trueba) deja tu comentario ;)