Anne: Prométeme
algo.
Georges:
¿Qué?
Anne: Te
suplico que no vuelvas a llevarme al hospital.
Georges:
¿Por qué?
Anne: ¿Me
lo prometes?
Georges: Anne…
Anne: ¿Me lo prometes?
Georges:
Anne, yo…
Anne: No
hables. No expliques nada, por favor.
Georges:
¿Qué quieres que diga?
Anne: Nada.
No digas nada. ¿De acuerdo?
(Viendo
un álbum de fotos)
Anne: Es
hermosa.
Georges:
¿Qué cosa?
Anne: La
vida… tan larga. La larga… vida.
(Georges
se la queda viendo atentamente)
Anne: Deja
de observarme.
Georges:
No te observo.
Anne: Claro
que sí. Todavía no soy idiota hasta ese punto.
Anne: No
hay ninguna razón para seguir viviendo. Ya sé que sólo puedo empeorar. ¿Por qué
esto debe afligirnos? A ti y a mí.
Georges:
Pero tú no me afliges para nada.
Anne: No
estás obligado a mentir, Georges.
Georges:
Imagina que estuvieras en mi lugar. ¿No piensas que esto pudo haberme ocurrido
a mí?
Anne: Sí,
claro. Pero la realidad y la imaginación tienen poco en común.
Georges:
Sabemos que puede mejorar.
Anne: No
quiero. Haces todo lo posible para facilitarme esto, pero yo no quiero. Por mí,
no por ti.
Georges:
No te creo. Te conozco. Crees que eres un peso para mí, pero si estuvieras en
mi lugar ¿qué harías?
Anne: No
sé, no quiero romperme la cabeza poniéndome en tu lugar. Estoy cansada, quiero
acostarme.
Eva: Es
gracioso… Quizás no deba decírtelo; quizás te avergüence, pero cuando llegué
aquí, hace un rato, recordé cuando de niña los escuchaba hacer el amor. Para
mí, en ese momento, era tranquilizador. Tenía la sensación de que se amaban, y
que estaríamos siempre juntos.
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