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17 septiembre 2014
The Missing Picture (Rithy Panh)
Frases y Diálogos del Documental "The Missing Picture" (La imagen ausente). Director: Rithy Panh, Guión: Rithy Panh, Música: Marc Marder. El más reciente documental del cineasta camboyano Rithy Panh, aclamado por sus anteriores trabajos sobre el mismo tema: “The Mising Picture” o “La Imagen Ausente” fue estrenada en el 2013, ganando el Premio a Mejor Película en la sección “Una Cierta Mirada” del Festival de Cannes y nominada al Oscar a Mejor Documental. Panh quien vivió en carne propia el régimen siendo un niño, a los 11 años fue ingresado a un “Campo de Rehabilitación”, que era un sistema de concientización o de lavado de cerebro aplicado a los jóvenes y niños que habían crecido en ciudad para limpiarlo de los vicios de la burguesía. Por lo que se ha dedicado su vida profesional a desentrañar y contar esos acontecimientos y las consecuencias en la Camboya de hoy en día. Por lo que cada una de sus obras son documentales de gran importancia sobre el tema. En “The Missing Picture”, que retrata de forma muy curiosa y poética el régimen comunista de Pol Pot y los Jemeres Rojos, que formaron la Kampuchea Democrática en Camboya desde la década de los 70, luego de la Guerra de Vietnam; El director utiliza pequeñas figuras talladas y pintadas a mano, con algunas cintas rescatadas de antaño, para revivir su dolor y sus recuerdos de esa terrible época… Recuerdos e imágenes que permanecen y otros que trata de encontrar dentro de sí mismo o en aquellas huellas del pasado, como si estuviesen ausentes o hubiesen desaparecido. Una bella y dolorosa reflexión sobre el pasado narrada en primera persona como un ensayo o monólogo poético o un largo poema en prosa, que además es crítica, reflexiva, catártica y deja con interrogantes al espectador sobre el mismo origen y consecuencia de la maldad y el poder en el ser humano.
En medio de la vida vuelve la infancia. Es un agua dulce y amarga. Busco mi infancia como una imagen perdida. O quizá es ella la que me reclama. ¿Es porque tengo 50 años, porque he conocido tiempos turbulentos alternados con otros de esperanza? Los recuerdos están aquí ahora. Golpean mis templos, me gustaría ahuyentarlos. Con tierra y con agua, con los muertos y los campos de arroz, con las manos vivas, hacemos un hombre. No hace falta mucho, basta con que te lo creas.
Hay tantas imágenes del pasado que giran como un bucle. Pensamos que las hemos asimilado porque las hemos visto. Hasta que descubrimos una imagen en una pantalla que no es un cuadro ni un velo. Entonces no nos falta.
La deshumanización empieza así: por el hambre, la enfermedad, el deterioro físico. ¿Quién ha filmado a la gente enferma? ¿Quién ha filmado las pagodas convertidas en hospicios? ¿A mi vecino de habitación con la rodilla comida por los gusanos? ¿O a esa joven con problemas para dar a luz y que grita sola toda la noche y se golpea el vientre hasta morir?
2.000 años de esclavitud, dijo Pol Pot. Es un ser humano como vosotros y yo. Simplemente tomó una elección ideológica, no criminal. Pero es muy difícil, quizá por eso me gustaría hacer este film porque nadie nace asesino... Ahora nuestro hijo puede bla bla bla. Habla y habla, sabe construir frases. Me hubiera gustado que fuera maestro como tú. Filma nuestra historia, somos nosotros. Pero hay pobres con hambre, ricos que los expulsan de nuestra tierra, y él sólo piensa en los Jemeres Rojos. El padre tiene razón. Antes de los Jemeres Rojos, ya había pobres expulsados de sus tierras. Reclutaron a la gente por esta injusticia. Después llegaron los americanos. Arrojaron más de 500.000 toneladas de bombas sobre el país. Así los pobres se unieron a la revolución, alzaron su puño. Los Jemeres Rojos les mintieron sobre la justicia, la igualdad, la felicidad, el progreso. Sobre todo. Y los mismos pobres cavan hoy la tierra.
Phnom Penh fue tomada por los jemeres rojos que venían para acabar con la injusticia y la explotación. Entraron en la capital el 17 de abril de 1975. No hubo gritos de alegría, sino una espera silenciosa. Yo estaba allí. Me recuerdo mirando a aquellos jóvenes combatientes como si no estuvieran allí. Nos habían dado una orden: no tocar nunca al enemigo con las manos. El enemigo soy yo. Tengo 13 años. El banco central fue dinamitado. No hay vuelta posible. La ciudad es impura, corrupta. En pocas horas estaba vacía. 2 millones de personas dejaron la ciudad abandonando sus casas, sus amigos, sus recuerdos, en resumen: su viejo mundo. Viva el glorioso y largo 17 de abril, día de rebosante alegría La revolución es tan pura que no quiere seres humanos. Ahora Phnom Penh se puede filmar como en la profecía de Puth Tomniey. Las casas estarán vacías, las calles sin viandantes. Nadie subirá las escaleras. Los ríos de sangre se desbordarán. Enseguida nos separaron. Nos fuimos al campo en plena estación seca. Teníamos hambre y sed. Pasamos de mano en mano como animales en vagones de ganado y en carretas. La deportación de Phnom Penh es una imagen perdida.
Todo empieza con la pureza y acaba con el odio. Sé que los Jemeres Rojos han fotografiado las ejecuciones. ¿Por qué? ¿Necesitan una prueba, llenan un dossier? ¿Qué hombre que fotografía estos hechos querría que no se perdieran? Yo busco esa imagen. Si finalmente la encontrara, por supuesto no podría mostrarla. ¿Y qué muestra una imagen de la muerte? Prefiero mostrar la foto de una joven desconocida que reta a la cámara - el ojo del verdugo- y todavía nos mira.
Cada gesto nuestro es escrutado. Cada respiración e incluso nuestro silencio. Pero la gran hambruna no era percibida por los líderes de los Jemeres Rojos. ¿No sabían ni veían ni podían hacer nada? ¿La verdad está en la consigna gloriosa o en estas imágenes que no hemos perdido?
El hombre que filmó estas imágenes se llama Ang Sarun. Era un cámara Jemer Rojo. Filmó también estas imágenes de un discurso de Pol Pot. ¿Por qué esta niebla? ¿Es un error técnico? ¿O quiere mostrar niños en harapos para mostrarle al Hermano Nº1 la condición de su país? El cámara es torturado y ejecutado. Su cuerpo desaparece, su historia desaparece, pero no esta película.
Durante 4 años fuimos desplazados de sitio en sitio. ¿Cómo rebelarte teniendo sólo un traje negro y una cuchara; cuando estás perdido, cuando tienes hambre? Algunos dicen hoy que es un aspecto del budismo y la aceptación del destino. ¿Dónde estaban entonces estos intelectuales? ¿Leyendo? ¿Pensando? Aquí no matan el karma ni la religión, sino la ideología. En el comienzo de todo totalitarismo hay algo falso. Tienes miedo de los enemigos, de los tocones de los árboles.
Cuando los hombres sean libres o iguales, ¿seguirán siendo hombres?
Me costó años aprender a caminar descalzo sobre espinos. Agua turbia se derrama por mi garganta. Desaparezco poco a poco, ya no soy nada. Es extraño beber barro. Los búfalos nos miran: "Son extraños estos hombres, beben nuestra agua". La lata de Nestlé se convierte en nuestra unidad de medida. Contiene 250g. de arroz. El hambre se extiende: Cada día tenemos que compartir estos 250g. Primero entre 7, después entre 16, entre 25. Compartimos el hambre. Mi madre lucha por nosotros: Construye una cabaña con ramas, hojas y lianas. Cada día anda dos horas para que podamos beber agua limpia. Consigue el derecho de darle media ración extra a mi padre. Pero una noche él nos dice: "Voy a dejar de comer comida de animales. Soy un hombre. "Deja de alimentarse. Yo no lo comprendo, le riño. Encontraron una lámina de acero para llevar su cuerpo hasta la fosa. Mi madre no llora, ni una lágrima para los Jemeres Rojos. Aquella noche mi madre me contó que mi padre había sido enterrado por sus familiares, por sus colegas, respetando la tradición y la paz. No quiero olvidar ese entierro con palabras: era un acto de resistencia. Mi padre venía de una familia pobre, creía en la educación. Soñaba con enviar a la escuela a sus hermanas y hermanos, hijos y ascendientes. Que pudiéramos ser libres. Él no nos abandonó: nos enseñó la libertad. Me parece todavía que su alma volvió a nuestra casa. Finalmente puede recitar el poema de Prévert que tanto le gustaba: “Cabello negro, cabello negro acariciado por las olas. Cabello negro, cabello negro enredado por el viento”. Aquí las escuelas se convierten en centros de exterminación. Aquí los cerdos son los lectores porque los lectores eran cerdos. Aquí cada soldado lleva un bolígrafo en el bolsillo. A veces un reloj en la muñeca. Nos está prohibido, pero es un signo, una distinción en un país que odia el conocimiento. La pala es vuestro bolígrafo. El campo de arroz, vuestro papel.
Con el hambre se controla a un hombre. Controlamos a todos, vivos o muertos. Los enfermos, los que no obedecen no son alimentados o se les da sólo media ración. El hambre es para nosotros. El hambre es como un arma. El pueblo nuevo es una planta parásita. Los que nos vigilan viven en áticos. Nunca tienen hambre. Reeducar empieza por destruir. Había que borrar a todos los habitantes de Phnom Penh. Conquistar destruyendo es una metáfora simple y perfecta. Los Jemeres Rojos quiere un hombre de metal, un puro instrumento de la revolución. Los dirigentes Jemeres Rojos son el estado universal y homogéneo. Nunca se miran.
Mi madre es llevada al hospital. Se entera de que su hija de 16 años ha muerto. Aquí todos desaparecen. Sin decir palabra, le acaricia la frente. Le quita los piojos de su delgado pero bello rostro. Después se tumba sobre las tablas. Está prohibido pescar aunque haya centenares de peces. Pesco uno en secreto. Dos días después se lo llevé a mi madre, pero ya había muerto. Comprendí entonces que estaría solo. Volví a ver nuestra casa, nuestra cocina, nuestro jardín, mi cuaderno, el rostro de mis padres. Esas imágenes no están perdidas, están en mí.
Enseguida los jemeres rojos nos contaron, después separaron a las mujeres, los hombres, los adultos, los niños. Se prohíben los recuerdos, los efectos personales. De repente no hay individuos, sino números. Nos cortan el pelo. Nos confiscan las gafas, los juguetes, los libros. Nos visten de negro, nos cambian el nombre. Somos el Pueblo Nuevo: los burgueses, los intelectuales, los capitalistas son reeducados o destruidos. Debes abrazar la condición proletaria. He aquí el nuevo país. Se llama Kampuchea Democrática. Una fábrica con humos inquietantes, los diques y los campos de arroz. Sin gente. Toda la sociedad se organiza de forma colectiva y militar en unidades de trabajo. Angkar se ocupará de vosotros, camaradas, hermanos y hermanas, padres y madres. Angkar es la organización: somos todos, cada uno de nosotros. Es el joven jemer rojo o el jefe del pueblo, el responsable del centro de tortura o Pol Pot. Hay que supervisar a esta gente hecha de arena, de polvo, de pies descalzos. Pronto ya no habrá caras, ni amigos, ni amor, ni padre ni madre. Pronto ya no habrá emoción. Incluso las palabras serán transformadas. Todos serán combatientes de la revolución o abono de los campos de arroz. Para resistir hay que esconder en uno mismo una fuerza, un recuerdo, una idea que nadie te pueda arrebatar. Porque puedes robar una imagen, no un pensamiento.
En mitad de la vida vuelve la infancia dulce y amarga con sus imágenes. Una infancia como un ahogo, como una pregunta: ¿Cómo es que estoy aquí? ¿Por qué no pude ayudar más a mi familia? Pensar en mi infancia es pensar en la muerte.
A veces veo a un niño y siento que soy yo. Todo era más difícil para él. No sabía pescar, andar descalzo o combatir. Años más tarde se siente culpable por no haber ayudado más a aquellos pobres. Parece que hablar nos consuela, nos ayuda a comprender. Yo no llegaré nunca a la sabiduría. No busco una imagen de los míos, me gustaría tocarlos. Me faltan sus voces, así que dejo de narrar. Querría dejarlo todo, mi lengua, mi país -en vano. Ha vuelto la niñez. Ahora es la infancia quien me busca. La veo, le gustaría hablarme, pero las palabras son difíciles. Este perro negro es el Dios del tránsito. Me conduce a su barca. Mirándolo pienso en el hombre con el sombrero y en el río sobre el que flotaban los cadáveres. En el pueblo donde viví las familias siguen viviendo tras la marcha de los Jemeres Rojos. Los jóvenes se han ido a trabajar a Tailandia. El viejo jefe del pueblo, que fue cruel y nos aterrorizaba a caballo no fue arrestado. Creo que vivió feliz y tuvo muchos hijos. El caos de los Jemeres Rojos ha desaparecido. No queda casi nada: trozos de vasijas, cacerolas oxidadas, un horno de arcilla. Todo ha pasado como en una película cruel. La fosa cerca del hospital, donde enterré a tantos muertos y a mi madre y a mis hermanas, es ahora un lago artificial creado por un organismo internacional. Retiraron los huesos. Plantaron calabazas y maíz. Pero el agua del lago es tan salada y tan extrañamente verde que nadie la usa para beber. ¿Están ahí los muertos? Sí. A veces siento que alguien camina sobre ellos y me aparto. Hay almas que parecen vagar buscando un lugar, un pensamiento dulce y noble. Muchos resistieron, muchos... en silencio, con una palabra, con una sonrisa A veces con un simple gesto para decir "no". Pienso en mi padre que nos contó su elección. A veces un silencio es como un grito. El duelo es difícil, entierros sin fin. Ya no hay carretas de ganado. Ya no hay consignas ni guardianes vestidos de negro. Queda la tierra empapada de sangre. La carne es la mía. Así estamos juntos. Hay muchas cosas que un hombre desearía no ver ni conocer. Y si las viera, le sería mejor morir. Pero si alguno de nosotros las ve o las conoce debe vivir para contarlas. Cada mañana trabajaba al lado de la fosa. Mi pala chocaba con huesos y cabezas. No hay bastante tierra. Soy yo al que van a matar o al que ya mataron. Por supuesto, no he encontrado la imagen perdida. La he buscado en vano. Un film político debe descubrir lo que ha inventado. Por eso creo esta imagen, la miro, la acaricio. Le tiendo mis manos como al rostro amado. Ahora os doy esa imagen perdida para que no dejemos de buscarla.
Si conoces otras frases, diálogos o monólogos que destacar del documental The Missing Picture (Rithy Panh) deja tu comentario ;)
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